El discurso presidencial en la ONU oficializó finalmente el aislamiento diplomático del que culpaban al «populismo».

Como en el cuento del pastorcito mentiroso, la aseveración de que la Argentina estaba “fuera del mundo”, que los partidos tradicionales se enrostraron mutuamente en cada campaña electoral de los últimos 35 años, se hizo por una vez realidad. El discurso del presidente Javier Milei en la apertura del debate de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) no sólo oficializó un giro diplomático inédito, sino que abrazó aquello de lo que sus predecesores de todos los colores políticos buscaron siempre desembarazarse como si se tratara de una mancha venenosa: el aislamiento diplomático total, el lugar del paria del vecindario global. Las palabras del jefe de estado fueron el momentáneo colofón de una serie de acciones de política exterior que vienen dejando a nuestro país en los foros multilaterales no sólo en el bando de las minorías marginales, sino (¿paradójicamente?) del lado de países de los que la extrema derecha argentina se autopercibe adversaria, como Rusia, Venezuela o Afganistán.

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