A parte del mundo progresista parece habérsele olvidado que hay una izquierda política y social en Israel, parte de ella orgullosamente sionista, cuya palabra hay que escuchar y que necesita y merece abrigo moral y político.
Semanas atrás, en un quincho en Villa Crespo, un profesor israelí compartía con sus interlocutores argentinos el dolor de sentirse crecientemente extranjero en su país. Como si no bastaran la inquietud y la ansiedad acechantes de estar en esa posición en un Israel donde campean los entusiastas de la guerra hasta el final, compartía sus dudas acerca del cobijo que podría encontrar si se alejara de su hogar, preocupado por la pobre comprensión fuera de su país del significado del ataque terrorista contra civiles israelíes del 7 de octubre de 2023 entre la izquierda de la que él se siente parte.
Al reflexionar sobre lo ocurrido en esa charla, el primer reflejo es describir la sensación transmitida como de orfandad. Sin embargo, a poco de pensarlo un poco más, lo que queda en evidencia es el debilitamiento del lazo de fraternidad que debe ser definitorio entre quienes comparten una visión progresista. A parte de ese mundo parece habérsele olvidado que hay una izquierda política y social en Israel, parte de ella orgullosamente sionista, cuya palabra hay que escuchar y que necesita y merece abrigo moral y político.